“Repetir, morir y repetir. La danza clásica emociona y sublima por extenuación”. Podrían ser palabras de Marion Barbeau, primera bailarina de la Ópera de París. Ella estará, de alguna manera, presente en SWAN. La presencia —y su necesario corolario, la ausencia— es uno de los temas principales de esta nueva producción de Mar Aguiló, cuya extensa trayectoria como bailarina (catorce años en la Compañía Nacional de Danza) también estará presente y, a la vez, ausente en la pieza.
En esta danza de presencias y ausencias, de intérpretes y coreógrafas, de realidades y ficciones, otros dos nombres acompañan el vuelo del cisne: Tchaikovsky y Clémence Gross. Historias antiguas —románticas, e incluso míticas— y nacientes: Gross, que también forma parte del elenco del ballet de la Ópera de París, representa a una nueva generación de bailarinas clásicas que aquí y ahora se confronta con el contexto de la danza contemporánea.
Intentando escapar de las desventuras de Odette —que acaso sean las de toda intérprete de este tipo de danza—, Clémence —¿un personaje más en este cuento tchaikovskyano?— compartirá con el público de Madrid una extraña forma de conocimiento que se concentra de manera obsesiva en el cuerpo (o, más bien, en una peculiar idea del cuerpo). Un conocimiento íntimo, profundo y disciplinado que hoy ya sólo se preserva y cultiva en ciertas instituciones de la vieja Europa dedicadas a esculpir, modelar, embellecer y erosionar esos cuerpos y sus correspondientes almas.
Este milagro físico y metafísico —que tanto puede asemejarse a una tortura— es necesario, quizás, para poder transformar en un lago el desnudo escenario de un teatro (o, más difícil aún, un triste estudio de danza).
No sabemos si conviene relacionar esos efectos con la magia, pero sí creemos que la creación contemporánea no debería renunciar a la fantasía. También ignoramos si todas esas transformaciones son un simple producto de la imaginación de una bailarina llamada Clémence Gross (aunque quizá su nombre sea Marion Barbaud, Mar Aguiló o incluso Odette —o tal vez ni siquiera exista—).
Ni siquiera está claro si esta noche (todas las noches) el telón del teatro separa la realidad de la fantasía, o si esta última está más presente en el escenario que en el patio de butacas.
FILM
Dirección Audiovisual: Omotesando
Cliente: Teatros Cansl, Madrid
Coreografía: Mar Aguiló
Bailarina e intérprete: Clémence Gross
Instalación artística: Lolo&Sosaku
Dirección de fotografía; Helena Barrero
Maquillaje y peluquería; Io Van Helsing
Estilismo; Roxane Mercerat
Banda sonora; Aire
Colorista: Martí Somoza
Diseño gráfico Marina Herp
Edición y diseño de sonido; Aitor Bigas